el bosque del poema

la poesia debe estar siempre en la mano de los que la sienten, y en el futuro de los que no.

Demonios

Sucumbir a las llamas del miedo, deslizarme en un mar de lágrimas hasta un abrasador sentimiento que despedaza mi alma a ras de suelo. Sentir como mi piel se eriza y busca el frío de palabras que ni si quiera creo como verdaderas. y sentirme perdida y sola. 
Dejar que mi temblor se acompase a una melancólica melodía creada por el más doloroso instrumento que suena en manos de un demonio que se esconde tras las oscuras sombras de mi misma. 
Melodía mortuoria contra la que debo luchar, pero en vez de eso, dejo que me invada por dentro y por fuera.
Dejo que me posea, que se haga dueña de mi voluntad, que deje emerger de mi, el lado oscuro que hace tiempo pensé olvidado. 
Y en un enlace de acordes infinitos en la menor, voy haciendo acopio de mis fuerzas, recuperando mi cordura, y me abrazo desesperadamente a los brazos del amor. 
Ellos me hicieron perder la fe. Quisieron domar mi corazón y llevarlo a su reino. 
Son ellos, mis demonios, la oscuridad constante que habita a la vuelta de mi corazón. La inseguridad, el miedo, el desconsuelo... quisieron hacerse dueños de mi mente y de mis sentimientos. Quisieron apoderarse de mi razón y de mi sin razón.
Pero una vez más la luz ha ganado a la oscuridad. Y tus ojos, en medio de la batalla, iluminaron mi noche. 
Blandiendo mi espada de amor, trajiste a mi una sonata de Bach y entre los dos herimos con su propio fuego a esos demonios que sin escrúpulo alguno trataban de enajenar mi canción. 
Es difícil tener valor para clavar mi espada en mi propio cuerpo y dejar que se desangre una parte de mi. Pero me hiciste saber que lejos de morir, podría resucitar de este modo mi fe. 

Ahora aquí estoy, tan lejos de aquel momento, tan lejos, de nuevo, del infierno, que casi parece olvidado, pero la cicatriz de aquella noche en medio de mi pecho me recuerda a cada momento quien eres y quien soy. 
Símbolo de una victoria dolorosa. 
Y en vez de enterrar los cuerpo de mis endemoniadas víctimas, las hice desaparecer en el fuego que prendiste de nuevo en mi corazón. abrasadas en su propio infierno para asegurarme de que no regresen jamás. 
Te nombro guardián de mi reino pues sólo tú eres digno de merecerlo y mi corazón te pertenecerá siempre. 

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