el bosque del poema

la poesia debe estar siempre en la mano de los que la sienten, y en el futuro de los que no.

Detras el tiempo

Ella quería gritarlo a los cuatro viento, dejar de lado todo para  lanzarse a las garras del compromiso y por fin vivir ese sueño que siempre la acompañaba por las noches segundos antes de irse a dormir. Pero sabía que repetirlo de nuevo no iba a desatar una reacción en cadena que hiciera que su sueño interrumpiera más pronto en su vida. De todas formas no vive nada mal. Comparte habitáculo con personas en su mayoría agradables, ha encontrado dos amigas que son su gran apoyo y por primera vez no la juzgan, si, hay que ver caras que a una no le apetece ver ni en pintura pero eso es lo de menos, tres palabras a tiempo evitan situaciones incómodas y ella lo sabe.
Estudia una carrera que parece que,  a parte de no costarle demasiado, la apasiona la mayor parte de las veces, a demás tiene una persona especial a su lado que la ama que se preocupa de que sea feliz y sobre todo y como dice todo el mundo, ese chico es una buena persona que nunca la ha hecho sufrir. ¿Cuál es el problema?
Realmente su único problema es ella misma, sus prisas por llegar al sitio donde empiezan otra vez las prisas por llegar al siguiente sitio y como no, que esa persona tan especial para ella, está a algunos kilómetros de distancia. Y el problema es que se aman porque se hacen sentir felices cuando están juntos, y claro está, están demasiado poco tiempo juntos.
Ella adora pasar las horas con él y teme que el tiempo que pasan separados, cambien su manera de ser y llegue un día en que no se sientan igual cuando están juntos. Pero muy dentro de su corazón sabe que eso no será nunca así. Y consecuentemente se pasa las horas luchando con los segundos para arrancarles su jugo mientras intenta ignorar que los minutos se quieren quedar para siempre inmóviles en su reloj. Por eso las tardes se hacen tan largas, por eso cuando cae rendida en la cama, la asfixia la sensación de vacío a su alrededor, falta él a su lado y lo intenta suplir con un perro de peluche de nombre Mozart que hace demasiados años que cobija sus penas en su suavidad.
Al menos están ellas, si no ya habría alcanzado la locura. Aunque parece que ya todas perdemos las fuerzas, flaqueamos y mostramos nuestra debilidad en forma de comportamientos raros. Pero nos aguantamos porque nos entendemos, estamos las tres igual.
Está noche no la queda otra que paliar el calor con un zumo mientras ve una película de amor que la recuerda que lleva demasiado tiempo sin él. Lo que posiblemente la haga terminar el día contando los segundo que quedan par volver a rozar sus labios mientras cae en un inevitable sopor que la recuerda que dormida el tiempo pasa más rápido...

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