el bosque del poema

la poesia debe estar siempre en la mano de los que la sienten, y en el futuro de los que no.

Frío

El viento soplaba de frente, haciendo que varios mechones de su cabello bailaran rebeldes como llamas de fuego en una noche de tormenta. Pero aun era de día.
Ella había emprendido la marcha hace no mucho y  aunque no sabía con demasiada precisión hacia donde se dirigía se hizo a la idea de que el camino sería lago.
Alzaba la mirada casi por encima de los tejados de las casas, la cabeza alta como dando la sensación de que tenía el momento controlado por completo. Aunque muy a su pesar, eso estaba demasiado lejos de la realidad. Ni si quiera sabía como reaccionaría al verle, ni tampoco sabía como debía saludarle pese a que barajaba más de 10 opciones en su cabeza, ninguna la acabó de convencer.
Llevaba ya más de medio camino cuando por un segundo miró al suelo, sabía que esos zapatos acabarían por reventarla los pies pero aun así hizo acopio de toda su cabezonería, no se arrepentiría de habérselos puesto.
Mientras un leve dolor le subía por las piernas a causa de los zapatos, sus pensamientos parecían un bullidero de sin razones, una cascada de teorías futuras mezcladas con algún recuerdo del pasado que le golpea en forma de viento cuando giró una esquina.
Por fin llega, o eso cree. Otea los alrededores buscando una cara conocida y lo primero que ven sus ojos son un par de amapolas supervivientes a la tromba de agua de días anteriores. Tenía que ser allí, al menos esa era la sensación que le daba.
De pronto, una figura con dominante color negro asoma al otro lado de un cruce, Si, es él, no cabía lugar a  duda, aunque algo diferente, su esencia era inconfundible.
Ambos se acercaron sin demasiada prisa. De la voz de ella salió una frase ingeniosa que resonó a lo lejos mientras procuraba callar el dialogo interno de su mente.
Dos besos, era de esperar, ninguno de los dos habría esperado algo diferente.
Un nombre, una firma, el DNI y la hora, mierda era bastante tarde así que un perdón salio de un tenue hilo de su voz.
Después: dos puertas, un ascensor, otra puerta y por fin llegaron. Que curioso a él no le pegaba nada aquel sitio. Un té y varios minutos de charla cercana a la insustancialidad. Distancia, mucha distancia, alusiones al pasado y alguna que otra mirada que aclaraba la situación siguiente.
Después, una puerta, el ascensor, otras dos puertas, una firma y un hasta luego que esta vez no fue precedido de ningún contacto físico.
Si, fue algo frío lo sé, pero será mejor no echarles la culpa a ellos, dejémoslé la responsabilidad al tiempo. Otra vez de vuelta el viento seguía intentado revolverla el pelo pero ella sacó un cigarro para disolver en sus cenizas la tensión.
Había pasado demasiado tiempo y ella lo sabía desde el principio, peor aun así, las amapolas seguían en pie a lo largo de su camino, quizás si fue el tiempo el responsable, también sea el tiempo la cura, quien sabe...
Pero sus pies seguían alejándose cada vez más y no puso ningún impedimento en que eso sucediera.
Algo se había perdido, y ellos bien lo sabían, o por lo menos lo descubrieron esa tarde, algo que costará bastante retomar, pero la verdad es que quedaba bastante tiempo por delante para que aquella primavera se deshiciera del frío y volviera a convertirse en verano otra vez.
Probablemente ella cogiera el violín esa noche y tocara con cierta melancolía algunas notas, o quizás se limitara a ocupar su mente con otros asuntos, eso dependía de ella. En cambio él, probablemente se quedara pensando en una realidad paralela, o simplemente se quedara leyendo en su habitación.
Pero daba igual, lo importante es que ambos volvieron a verse después de más de un año, y el regusto de la cita les dejó un sabor a la vez insípido y quizás algo amargo. La próxima vez le pondrían un poco de sacarina al té.

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